martes, 5 de marzo de 2013

El túnel de Folgoso y las neuronas de los directivos del Ministerio de Fomento

Entrada al túnel de Folgoso desde Ourense.
Desde hace casi dos meses permanece cerrado a la circulación uno de los dos túneles de Folgoso, en la A-52. Para quienes nos movemos con cierta frecuencia entre Vigo y sus alrededores y Ourense, este cierre supone un engorro que se traduce en añadirle entre quince y treinta minutos más al viaje, porque supone volver a la carretera nacional 120 para cruzar el alto de Fontefría y la villa de A Cañiza. Fomento justifica este cierre en ciertas obras de adaptación a las nuevas normas de seguridad en túneles, una circunstancia que ya padecimos con anterioridad cuando las llevaron a cabo en el túnel que ya está actualizado.
Supongo que como a la mayoría de los automovilistas me llaman la atención dos cosas que solo podemos atribuir a la preclara inteligencia de los técnicos y autoridades de Fomento. La primera, que pese a que el túnel que está en obras es el que cierra la circulación en el sentido Ourense-Vigo, Fomento echa al monte a los automovilistas que van de Vigo a Ourense. Los mismos a los que nos fastidiaron cuando la remodelación del primero, hace ya unos cuantos años. Pensaréis, “qué más da, si el viaje es de ida y vuelta”. Cierto. Pero por la mañana cuesta más llegar al alto de Fontefría, con todos los camiones subiendo, que de regreso, cuando vuelves más relajado. ¿Será que alguna mano invisible ha influido para que las cosas sean así?   Yo no le encuentro explicación. Es la parte anecdótica. Pero hay otra cuestión que sí resulta extremadamente molesta: que se pongan a hacer obras en la carretera nacional 120, justo en el tramo que se convierte en la alternativa al túnel cerrado y, justamente cuando tiene que soportar el paso adicional de los más de 30.000 vehículos que han sido desviados de la autovía.
Todo el mundo sabe que el cierre por obras en el túnel fue una acción programada. Algo previsto. Hay que sacar a concurso la obra, adjudicarla, etcétera. Todo tiene unos plazos previstos, bastante dilatados en el tiempo, que habrían bastado para que en ese ínterin el Ministerio de Fomento hubiese enviado a un propio a circular por esa carretera, que también es de su competencia, y evaluase las reparaciones que habrían de ser necesarias antes de convertirla en paso obligado para miles de camiones y decenas de miles de automóviles cada día.
Confieso, aunque por la boca pequeña, que me gusta volver a subir el alto de Fontefría. Me recuerda los tiempos en los que no teníamos autovía y llegar a Ourense, o a Madrid, era un viaje en el que había que poner los cinco sentidos. Conducir no era un acto casi rutinario, como ahora, que puedes poner el coche en velocidad crucero a devorar kilómetros.
Pero una cosa es volver a practicar la conducción clásica, a la gallega, y otra muy distinta, sortear baches y operarios de la contrata de Fomento que se pasean por la carretera con la camioneta del “pichi” y se dedican a rellenar con chapapote los agujeros más notorios de la calzada, mientras los coches camuflados de la Guardia Civil de Tráfico se apostan en los tramos donde está prohibido circular a más de 60 kilómetros por hora para recaudar (será para pagar el chapapote).
El ministerio de Fomento, está ocupado en la Alta Velocidad Española. Las neuronas de las mentes de sus directivos y políticos no dan para más. Son inasequibles al sentido común y por esa razón, el chapapote se reparte a discreción en medio de un constante fluir de miles de coches y camiones, algunos de ellos de gran tamaño. Si caen de manera tan estrepitosa en esta absurda falta, ¿qué rigor se puede esperar de ellos en las grandes decisiones?

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