El tren Porto Vigo cuando paraba en la estación de Redondela. ©F.J.Gil |
La apuesta por activar la oferta ferroviaria entre ambas
ciudades de la eurorregión, pasaba ineludiblemente por reducir las tres horas y
cuarto que duraba el viaje de manera inmediata, sin esperar a una modernización
de la vía que, con los recursos económicos actuales, todavía tardará su tiempo.
Como la ecuación de la velocidad comercial solamente tiene dos incógnitas –o un
tren más rápido o menos paradas– a falta de poder aumentar la rapidez del tren
se optó ineludiblemente por reducir las paradas. Suprimiendo todas las
intermedias el tren gana una hora de viaje, lo cual no está nada mal. Hacer el
viaje de Vigo a Porto en dos horas y cuarto no compite con el coche que va por
autopista, pero mejora el tiempo del que hace el viaje por carretera
convencional y también el coste económico, pues el billete de ida cuesta 14,80
euros, 11,80 euros por viaje si se compra billete de ida y vuelta. Al tren se le puso el nombre de "Celta" y al que llega hasta la Valença parando en todas las estaciones para conectar con los cercanías que salen de dicha estación hasta el resto del país, se le denominó "Celta corto" , recuperando la tradición de bautizar los trenes internacionales: Camoens era el talgo diurno entre Madrid y Lisboa; Lusitania, el expreso nocturno; Surexpresso el Lisboa/Porto-Hendaya que luego seguía hasta París con un coche de literas que llevaba el expreso de Hendaya desde Vigo...
Hasta ahora los aspectos positivos de la oferta lanzada con
ministros haciendo el viaje inaugural el pasado 1 de julio.
Los negativos del
Celta
Pero el nuevo servicio tiene también sus contras. El primero
de ellos, la eliminación de todas las paradas intermedias ha sesgado un mercado
potencial de gran interés. La otra cuestión es la calidad de los trenes. La
mejora en tiempos debería haber venido acompañada por una mejora en las
prestaciones del tren que cubre ese servicio. Sobre todo porque el nuevo
servicio internacional no tiene nada de nuevo, salvo ponerle una pegatina en el
lateral del tren con el nuevo nombre. Automotores de la serie 592 que cubren
esta relación son trenes fabricados hace treinta años y dados de baja del
parque móvil de Renfe, donde cubrieron con más pena que gloria los servicios
regionales en aquellos trazados no electrificados, por ejemplo, en la línea A
Coruña-Santiago-Vigo. Los camellos son lentos. Tienen una buena velocidad
máxima, pero poca aceleración, de ahí que hayan optado por reducir las paradas
pues es en éstas donde pierde más velocidad media al no poder arrancar con más
diligencia. Resultan muy ruidosos. Y, en algunas unidades solía ser mareante el
olor a gasóleo o el olor de los humos desprendidos por sus tubos de escape
superiores que a veces entraban en las cabinas del pasaje a través del aire
acondicionado. Es el inconveniente de que los equipos de climatización se
encuentren en el techo, las características jorobas que le han servido el apodo
de camello, a donde también salen las chimeneas de evacuación de gases del
motor.
Como subsanarlos
Los aspectos negativos que he reseñado son perfectamente
subsanables, pero solo por decisión política. La primera de ellas, ampliar el
número de paradas. Esa es la más fácil y representaría una demora mínima,
porque de hecho hace paradas técnicas para cruzarse con otros trenes en vía
única.
El tren ha dejado de parar en Redondela, donde antes
transbordaban los viajeros procedentes de Pontevedra, Santiago o A Coruña para
tomar el tren de Porto. En su viaje hasta Porto pasa de largo por ciudades como
Viana do Castelo y Barcelos, que en este plan de acortar tiempos se verían
mucho más beneficiadas que Porto por una mayor cercanía. Cinco minutos más de
viaje como mucho podrían suponer ampliar de manera exponencial la oferta de
este tren y vertebraría mucho más la eurorregión. El transbordo en Redondela
acortaría en 30 minutos el viaje de los usuarios de Pontevedra, Santiago o A
Coruña, que podrían comprar el billete en su estación de origen e incluso
permitiría la conexión desde el País Vasco, Castilla León y Ourense, gracias al
rápido Arco Irún/Bilbao-Vigo que llega a la estación de Vigo cuando el Celta ya
ha salido, pero en cambio llega a Redondela diez minutos antes que el tren
portugués entre en la estación de la villa de los viaductos. Así pues, esta
carencia es mejorable con más beneficios que esfuerzos.
El otro problema, el uso de los camellos de la serie 592, ya
tiene más dificultad. Comboios de Portugal dispone de 17 unidades de la serie
592 gracias a un contrato de alquiler firmado con Renfe Operadora, en 2010. Ese
contrato incluyó también el alquiler de dos trenes hoteles. CP pagó 30 millones
de euros por el uso de las 19 composiciones durante cinco años. CP no dispone
de automotores diésel de mejor calidad que estos camellos, por eso los alquiló
a Renfe, y resulta difícil pensar que cuente con recursos económicos para
contratar otros a corto plazo. La única solución sería cambiar el régimen de
prestación de esta relación internacional, que en la actualidad es
responsabilidad íntegra de Comboios de Portugal y compartirla con Renfe
Operadora, de manera que fuese la empresa española la que pusiera el material
rodante que realice los viajes. Si se optase por esta decisión, que depende de
instancias políticas y no de razones técnicas ni de operatividad, Renfe podría
poner en servicio unidades de la serie 594 ó 598. Ambas tienen una gran
velocidad de aceleración y una capacidad de reducir hasta un 20 por ciento los
tiempos de viaje gracias a su sistema de basculación que les permite un mejor
aprovechamiento de la velocidad en las curvas. La serie 594 tiene quince años
de servicio y está más que probada y la serie 598 tiene siete u ocho años y son
conocidas de los viajeros gallegos que utilizan el eje atlántico A Coruña-Vigo.
Automotora 450 estacionada en Vigo a mediados de 2005, al lado de un Nexius 598, el candidato ideal a prestar el servicio internacional entre ambas ciudades de la eurorregión. ©F.J.Gil |
Un 598 podría ahorrar treinta minutos de viaje entre Vigo y
Porto, dejando el recorrido en 1 hora y 45 minutos con paradas en Redondela,
Viana do Castelo y Barcelos.
131 años de historia
La relación entre Vigo y Porto, que se hace extensiva a
Lisboa, arrancó incluso antes de que se pusiese la primera traviesa en el
ferrocarril gallego. En 1868 se estableció la primera conexión parcialmente
ferroviaria desde Lisboa, desplazándose la mayor parte del itinerario en
diligencia. A partir de abril de 1882, ya existen conexiones rápidas (a la
velocidad de la época, naturalmente) entre Vigo y Porto y Lisboa. E incluso los
viajeros gallegos utilizan esta conexión muchísimo más rápida, para viajar a
Madrid o a Barcelona, a través de Porto. Para ello, antes de la inauguración
del puente internacional de Tui, el mes de marzo 1886, los viajeros cruzan el río en barca y
llegan a San Pedro da Torre, cuatro kilómetros al sur de Valença de Minho, en
coche de caballos. Hasta allí llegaban ya los trenes portugueses desde 1878, mientras que ya había vía férrea en el lado español hasta Tui. En 1881, año de la inauguración del ferrocarril Vigo-Ourense, ya existen trenes sin transbordo entre Madrid y Lisboa. Los balnearios de
Mondariz y Caldelas de Tui ofrecen servicios de coches para sus clientes que
utilizan estos trenes procedentes o con destino a Madrid, Extremadura y
Andalucía. Así pues, la comunicación entre Vigo y Porto por ferrocarril, es
anterior en unos años a la relación Vigo-Madrid y se anticipó en más de sesenta
años a la conexión directa Vigo-A Coruña.
Lá línea del Minho
El trazado ferroviario que arranca de Porto y llega a Valença de Minho es conocida como Línea del Minho. Su concepción inicial prevé el desarrollo de la infraestructura ferroviaria hasta la localidad de Melgaço, aunque nunca llegará hasta su término y concluirá en Monçao. Pero si bien los primeros 131,48 kilómetros se trazan con relativa rapidez, entre Porto y Valença, habrá que esperar al siglo XX para ver llegar el primer tren hasta Monçao: el 15 de junio de 1913, hace pues poco más de cien años, se completa la versión definitiva de la Linha do Minho, con sus 149,2 kilómetros de longitud, entre Porto y Monçao. En 1990, se cierra el ramal que sale de Valença hasta la referida localidad miñota y la línea queda tal como la conocemos ahora.
El viaje discurre por las orillas del Miño desde Valença hasta Caminha y luego sigue un recorrido costero por el que se divisa el paisaje atlántico. Cruza varios ríos y para ello, se utilizan puentes metálicos en la mayoría de los casos. Durante la construcción de la vía la fabricación de esas infraestructuras fue adjudicada a la compañía francesa de Gustave Eiffel. El ingeniero francés es el responsable de los viaductos que cruzan el Lima en Viana do Castelo, el más famoso de todos ellos, pero también el que salva el río Coura en Caminha y el Cávado en Barcelos. De Eiffel es también el que cruza el Douro entre Porto y Gaia, conocido como Ponte de Maria Pia que con sus 563 metros de longitud fue en su momento,1877, la estructura metálica más grande del mundo. Un diseño de arco único realizado por los dos socios de la empresa, los ingenieros Gustave Eiffel y Theófile Seyrig, que se adelantaría en varios años a la torre de la Exposición Universal de París que hoy conocemos como obra más emblemática de esta empresa. Aprovecho para desmentir, una vez más que ni Eiffel ni su empresa tiene que ver ni con la autoría, el diseño o la construcción de los viaductos de Redondela, ni con el Puente Internacional de Tui, el que convierte esta línea en la conexión directa con España y que cuenta con la singularidad de que es el único puente mixto, en el que la circulación de los trenes se realiza por el tablero superior, y el de los coches, por el inferior.
Lá línea del Minho
El trazado ferroviario que arranca de Porto y llega a Valença de Minho es conocida como Línea del Minho. Su concepción inicial prevé el desarrollo de la infraestructura ferroviaria hasta la localidad de Melgaço, aunque nunca llegará hasta su término y concluirá en Monçao. Pero si bien los primeros 131,48 kilómetros se trazan con relativa rapidez, entre Porto y Valença, habrá que esperar al siglo XX para ver llegar el primer tren hasta Monçao: el 15 de junio de 1913, hace pues poco más de cien años, se completa la versión definitiva de la Linha do Minho, con sus 149,2 kilómetros de longitud, entre Porto y Monçao. En 1990, se cierra el ramal que sale de Valença hasta la referida localidad miñota y la línea queda tal como la conocemos ahora.
El viaje discurre por las orillas del Miño desde Valença hasta Caminha y luego sigue un recorrido costero por el que se divisa el paisaje atlántico. Cruza varios ríos y para ello, se utilizan puentes metálicos en la mayoría de los casos. Durante la construcción de la vía la fabricación de esas infraestructuras fue adjudicada a la compañía francesa de Gustave Eiffel. El ingeniero francés es el responsable de los viaductos que cruzan el Lima en Viana do Castelo, el más famoso de todos ellos, pero también el que salva el río Coura en Caminha y el Cávado en Barcelos. De Eiffel es también el que cruza el Douro entre Porto y Gaia, conocido como Ponte de Maria Pia que con sus 563 metros de longitud fue en su momento,1877, la estructura metálica más grande del mundo. Un diseño de arco único realizado por los dos socios de la empresa, los ingenieros Gustave Eiffel y Theófile Seyrig, que se adelantaría en varios años a la torre de la Exposición Universal de París que hoy conocemos como obra más emblemática de esta empresa. Aprovecho para desmentir, una vez más que ni Eiffel ni su empresa tiene que ver ni con la autoría, el diseño o la construcción de los viaductos de Redondela, ni con el Puente Internacional de Tui, el que convierte esta línea en la conexión directa con España y que cuenta con la singularidad de que es el único puente mixto, en el que la circulación de los trenes se realiza por el tablero superior, y el de los coches, por el inferior.
Las automotoras 450 es una versión reformada y mejorada de las UDD 400 entregadas a CP a mediados de la década de 1960 y que eran famosas por sus motores Rolls Royce. ©F.J.Gil |
Las motoras
portuguesas
Durante la década de 1970, las “automotoras” de la serie 400
realizaron el servicio Vigo-Porto. Su silueta singular de acero corrugado
circuló por la vía del Minho y las vías gallegas hasta hace poco más de dos
años. Primero en su versión original, de los años sesenta del siglo pasado, con
sus motores Rolls Royce. A finales de la década de 1990 fueron reformadas y
convertidas en las unidades de la serie 450, en las que se les incorporaron
mejoras en su equipamiento técnico, motores Volvo, climatización y se les
aplicó una librea azul en el testero que las distinguía de las versiones
anteriores Las 450 estaban autorizadas para velocidades de hasta 120 kilómetros
por hora. Unas y otras disponían de plazas de 1ª y 2ª clase, hoy equivalentes a
preferente y turista, respectivamente. Las 400 estaban pensadas para circular a
una velocidad máxima de 110 kilómetros por hora que, en aquel momento era
superior a la que desarrollaban los trenes gallegos (en la década de 1970 el
ferrobús era el rey de las vías gallegas con una velocidad máxima de 90 kilómetros
por hora, además de los ómnibus arrastrados por locomotoras Alco de las series
318 y 321). En los finales de los años setenta del siglo pasado, a veces la
relación Vigo-Oporto se hacía extensiva hasta Santiago, con el refuerzo de un
automotor español de la serie 597, los TER, que entonces prestaban sus
servicios diarios como rápidos diurnos entre Vigo y Madrid. El Ter también
cubría la relación Madrid-Lisboa con un tren internacional que se denominaba “Lisboa
Expreso” y complementaba con su viaje diurno el nocturno que prestaba el “Lusitania
Expreso”, un clásico de los grandes expresos europeos.
A partir de la década de 1980, Renfe retiró esos trenes
adicionales y la relación Vigo-Oporto se hacía con tres frecuencias diarias,
dos de ellas con posibilidad de enlazar en Porto con los rápidos diurnos
Porto-Lisboa, concretamente con el “San Jorge” y el “Foguete”, otro de los
históricos trenes portugueses. En 1985, el viaje entre Vigo y Porto duraba 4
horas y 20 minutos. El Talgo Madrid-Vigo, invertía 8 horas y 15 minutos. Los
trenes necesitaban 3 horas y 35 minutos para unir Vigo con A Coruña, y 2 horas
para hacer lo mismo entre Vigo y Santiago. Ya entonces el viaje a Porto
resultaba inexplicablemente lento, pues con una distancia similar entre Vigo y
Porto y Vigo y A Coruña, el viaje con la ciudad gallega con parada en todas las
estaciones y apeaderos, empleaba 45 minutos menos. Esta lentitud no era solo
achacable al material rodante, sino también a la infraestructura y el sistema
de circulación aplicado por la administración ferroviaria portuguesa.
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Evidentemente o se pone un tren basculante o no mejoran las velocidades, porque la electrificación de la línea española no sería compatible con la que se usa en Portugal.
ResponderEliminarQue conste que las automotoras portuguesas diesel son insufriblemente lentas e incómodas. Incluso la antigua primera clase carecía de confort.
La compatibilidad eléctrica no sería problema, se solucionó perfectamente en combinaciones más complejas como las que enlazan varios paises de la europa continental con Londres a través del túnel del Canal de la Mancha. Pero un tren basculante diésel sería suficiente, en eso estoy de acuerdo contigo. Como también lo estoy con tu comentario sobre el confort de las automotoras portuguesas. Pero en los años sesenta eran mucho mejores que los automotores que utilizaba Renfe para los servicios regionales, es decir, los ferrobuses.
EliminarGracias por tu comentario y mis felicitaciones por tu blog sobre Portugal.