Entre Redondela y los trenes cabe todo: política, gastronomía, astronomía y las motos que nos quieren vender.
lunes, 23 de enero de 2012
viernes, 13 de enero de 2012
El satélite Xatcobeo, "hoy las ciencias atrasan que es una barbaridad"
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El sputnik fue el Xactobeo soviético. |
El 9 de febrero de 2012 estará circulando por la órbita del
primer anillo de Van Allen el primer satélite espacial cien por cien gallego.
El Xatcobeo, que así se llama el artefacto, es motivo de satisfacción para sus
diseñadores y fabricantes, alumnos y profesores de la Universidad de Vigo. Pero
es un ejemplo del claro deterioro que sufre la investigación científica y
tecnológica en España en general pero de
una manera particular en Galicia. Entre el primer libro impreso en el mundo, “El
misal de Constanza”, y el primer libro impreso en Galicia, “El misal Auriense”,
transcurrieron 44 años. Esto sucedió hace más de quinientos años, en una época
en la que los inventos y nuevos desarrollos pasaban inadvertidos para la
mayoría de los habitantes del planeta y mucho más para los gallegos que
estábamos entonces en un rincón perdido del mundo conocido, pues todavía andaba
Colón por el Caribe. En cambio, entre el Sputnik y el Xatcobeo han transcurrido
54 años. ¿Qué ha pasado en nuestro país para que cinco siglos después seamos
más tardones en incorporarnos a los avances tecnológicos?
La pregunta tiene cuatro respuestas, válidas cada una de
ellas por separado y contundentes si la sumamos:
Primera: tenemos tres universidades con setenta y cinco mil
alumnos (más o menos). En veinte años se ha triplicado el número de
universidades pero no se ha triplicado el presupuesto de investigación. Eso sí,
se ha quintuplicado el presupuesto en gestión, gobierno y cargos directivos. De
cada cien euros que mueven las universidades gallegas, hoy día se destina más a
la burocracia universitaria y en consecuencia, menos a generar innovación
tecnológica y científica, que es uno de los principales objetivos de dicha
institución.
Segunda: En los últimos veinte años ha habido una lluvia de
cientos de miles de millones de pesetas y de cientos de millones de euros
procedentes de fondos comunitarios. ¿Qué porcentaje de ese dinero se destinó a
investigación y desarrollo? Una miseria. El grueso se lo han llevado las obras
faraónicas.
Tercera: ¿Cuánto destina el gobierno gallego –el actual y
los anteriores, porque todos son igualmente culpables en este delito– a
investigación, desarrollo e innovación, eso que tan pomposamente se dice una y
otra vez de i+d+i? Pues lo cierto es que cada vez menos. A la hora de hacer
recortes presupuestarios, la primera víctima es la investigación.
Cuarto: ¿Y las empresas? En Galicia se ha reducido el
capítulo de gasto en innovación nada menos que un 35 por ciento en las empresas,
según los datos revelados por el Instituto Nacional de Estadística. Una vez
más, los empresarios han optado por la fórmula magistral de pan para hoy,
hambre para mañana.
La política científica gallega es una suerte de coito
interruptus, pues la Xunta invierte millones de euros en darle formación a sus jóvenes
desde la infancia hasta que acaban sus estudios universitarios, pero luego
arroja al mar todo ese dinero ya que una vez formados han de emigrar a países
como Alemania, Estados Unidos o Canadá.
Con el dinero que se ha despilfarrado en disparates como la
Ciudad de la Cultura, el puerto exterior
de A Coruña, un avecilla de cercanías entre Santiago y Ourense o el que
media docena de delincuentes –yo nunca les vi el guante blanco–invirtieron en
negocios ruinosos de amigotes o de socios o de yernos o de hijos o de
consuegros o simplemente desarrollando una política financiera basada en una
expansión sin sentido, todo para poder presumir ante su competidor –también
delincuente– de que “la mía es más grande, o tiene más sucursales”, el dinero de las cajas de ahorro gallegas… con ese
dinero, Galicia ya habría llegado a la Luna.
miércoles, 11 de enero de 2012
¿Botas Chiruca de Fal? Never More. (Nunca máis)
Esto fue lo que quedó de una suela de una bota de trekking en dos horas de camino, para sufrimiento de mis pies. |
Durante unos cuantos años estuve encantado con estas botas y
se las recomendaba a todo el mundo. Hoy, en cambio, tengo que recomendar que a
nadie se le ocurra comprar Chirucas de la casa Fal, cuya fábrica, al parecer
está en Logroño.
Dos modelos distintos pero con el mismo problema. Y cientos de casos más, tal como descubrí en Google. |
Los hechos son los siguientes. Una mañana de agosto salí a
caminar. Era una ruta de veinte kilómetros, más o menos, entre Maside y
Ourense. Al cabo de una hora de iniciar la caminata, la suela de una de las
botas comenzó a desintegrarse, literalmente, como si en vez de goma –luego supe
que no era goma sino poliuretano– fuese miga de pan. En dos kilómetros me quedé
sin suela y antes de que eso ocurriese me empezó a suceder lo mismo con la
otra. Pensé que habría pisado algún líquido cáustico, sin darme cuenta, algo
que había entrado en reacción con la goma para que me ocurriese tan insólita
situación de quedarme con la plantilla de las botas en el suelo y tener que
acometer casi once kilómetros a pleno sol de agosto en tierras ourensanas, en
esta precaria situación.
Meses después, le ocurrió lo mismo a mi mujer con las suyas.
Pero esta vez fue sin salir de casa. En el tiempo que invertimos en colocar el árbol
de navidad, las luces y sus adornos, la goma comenzó a cuartearse.
Qué contraste: los cordones nuevos, son los originales, y la suela desaparecida. |
Llamé a la casa fabricante, pedí que me pusiesen con alguien
de atención al cliente, le expliqué lo sucedido y su respuesta fueron una
sucesión de evasivas: que si las botas tenían tiempo, (cierto, más de cinco
años, creo que siete, pero muy poco uso, pero las suelas estaban muy poco
gastadas, poco rodadas), que si las suelas se degradan con la edad no con el
uso (disparate total. Tengo unas camperas desde hace más de veinte años y
zapatos que una vez que se han envejecido y no valen para salir a la calle
utilizo para trabajar el jardín, algunos tienen hasta treinta años. Jamás había
oído nunca nada de que los zapatos se degradasen por falta de uso, simplemente
por tenerlos guardados en sus cajas y, casualmente le fue a suceder a unas
botas que no son de las más antiguas).
Total, que al final me dijo que las llevase a donde las
compré, con el ticket de compra para que se las enviasen. No tenía el ticket,
después de tanto tiempo. Y en el Corte Inglés, que fue donde habían sido
adquiridas me trataron muy atentamente, me recomendaron que no volviese a
comprar unas botas de suela de poliuretano, que es la causa de esa degradación
tan instantánea y me dijeron que la casa Chiruca o Fal no les admitía la
devolución si no era con el ticket de compra, con lo que no podían hacer nada,
aunque comprendían que no es habitual que la gente guarde las facturas o los
tickets de compra de un calzado después de siete años.
Conclusión: unas botas que te dejan tirado, de repente, en
pleno de una caminata no son buenas botas, aunque sean caras (porque no es una
marca barata). Jamás me había sucedido. Un fabricante de calzado que no asume su
responsabilidad y acepta cuando hay un defecto de calidad, no es un buen
fabricante. Las botas llevan su marca, ¿qué importa que exista o no ticket de
compra? ¿Por qué tengo que llevarlas a la tienda donde las compré si es un
defecto de fabricación?
Hace años, una fábrica de lavadoras me cambió la que tenía
en casa porque el bombo (¿o se llama tambor?) tenía un punto de óxido. Yo no me
había dado cuenta, sino un técnico de la misma casa al hacer una reparación sin
importancia. La cuestión era que los bombos eran de acero inoxidable y si éste
tenía óxido, obviamente, era debido a un defecto en el material, no algo
derivado del uso. Y no me pidieron el ticket de compra. Y, por cierto, también
era de fabricación española, Fagor, para más datos.
Se me ocurrió ver en internet. Haced la prueba. Poned en
Google: Chirucas que se desintegran. El resultado: 572 entradas. Me he dado
cuenta que no era el único y que hubo personas a las que sí les han reenviado
unas botas nuevas. Todo dependerá de quién te atienda al teléfono. En fin, que
no fui el primero. Pero espero ser el
último al menos entre quienes leéis este blog.
Si queréis tener la certeza de que llegaréis a destino sin
que las suelas de vuestras botas se degraden como si fuese miga de pan, ya sabéis
lo que no debéis comprar.
lunes, 9 de enero de 2012
Gracias, buen Cid, por salvarnos el cerdo (y las nécoras)

Las navidades se acaban, como todo. A mí se me acabó una paletilla de cerdo ibérico y mientras cortaba las últimas lonchas, ya cercanas al hueso, un amigo que seguía el suceso como testigo presencial, me recordaba lo muy agradecidos que teníamos que estar al Cid Campeador. No por el poema que tuvimos que estudiar en bachillerato, sino por sus gloriosas gestas en la lucha contra los infieles, aquí en la península ibérica. No tengo nada contra los musulmanes y que Alá me perdone si estas líneas son consideradas una ofensa contra quienes nos legaron el álgebra, nos trajeron el ajedrez, el saneamiento de las ciudades, las almohadas, las almendras y la higiene entre otras muchas maravillas a una península en la que vivían en armonía, musulmanes, judíos y cristianos hasta que Isabel de Castilla se empeñó en aguar la fiesta. Nunca estaremos suficientemente agradecidos a los siete siglos de civilización musulmana. Parece como si aquí solo hubiese que valorar el legado romano, asunto que yo tengo en escasa estima, pues se llevaron más de lo que trajeron.
La cuestión venía al caso por el jamón, bueno, en este caso
una paletilla. Gracias al Cid que contribuyó a que la dominación árabe llegase
a su fin en tierras gallegas –cuentan las leyendas que defendió la fortaleza de
Viana do Bolo frente al sarraceno con gran éxito–, el cerdo forma parte de
nuestra dieta y no es un animal proscrito como propone el Corán por inspiración
del Levítico (es curioso, pero en lo único que están de acuerdo judíos y
musulmanes es en la dieta).
Pero eso no es lo peor. ¿Os imagináis que en Galicia no solo
estuviese prohibido comer carne de cerdo –y sus embutidos y demás derivados–,
sino también, como propone el citado libro del Antiguo Testamento, aquellos
animales marinos que no tuviesen espina y escama? (¿o era escama y aleta? Ahora
ya no lo recuerdo). La gastronomía gallega se quedaría sin sus iconos: la
lamprea, las anguilas, el pulpo, el peixesapo… ¿qué sería de Redondela si comer
chocos fuese una herejía? Me imagino a mi amigo José Carnero convertido en una
especie de Al Capone del Berbés, vendiendo clandestinamente, centollas, nécoras,
cigalas, bogavantes y camarones.
Sin el Cid hoy seríamos mucho más pobres. Ni licor café, ni
aguardiente, ni albariño, ni condado, ni ribeiro, ni godello de Monterrei y de
Valdeorras, ni Mencía de Amandi; tampoco tendríamos vino de O Rosal, y las mil
y una fiestas gastronómicas de Galicia quedarían relegadas al pan de millo, el
churrasco, las sardinas, el carnero al espeto y cuatro cosas más. A ver qué
haría Lalín sin su cocido y Melón sin su choricera y A Cañiza sin sus
bocadillos de jamón.
En fin. Que Galicia es injusta con sus héroes. ¿Por
qué la capital no es Compostela del Cid? El apóstol Santiago llevaba ya más de mil
años muerto cuando aquí se estaba decidiendo nuestra dieta atlántica y el
futuro de nuestra industria agroalimentaria. Pero a un obispo de Iria Flavia se
le ocurrió la idea de propagar el bulo de que el hijo del Zebedeo había llegado
en una barca de Piedra hasta Padrón y luego había sido trasladado en un carro de
bueyes hasta Compostela por sus pupilos. ¿Qué perseguía? Está claro. Quería hacerle la competencia a Roma y a Jerusalén en el peregrinaje, que era el turismo de la Edad Media. Es el claro
ejemplo de que unos cardan la lana y otros se llevan la fama, como sucedió con
Colón que llevó sus naves al otro mundo pero el que le puso nombre al nuevo
continente fue Amérigo Vespucci.
Lo dicho. Una cosa es el jamón y otra muy distinta la
mojama. Qué para gustos hay colores y sabores, cierto. Pero la gracia del tema
está en poder elegir y no estar a merced de un libro tan críptico atribuido al
mayor zoquete del Antiguo Testamento, (Será por eso que eligieron a un actor
tan malo como a Charlton Heston para hacer el papel de Moisés) quien se cubrió
de gloria llevando cuarenta años al pueblo de Israel por el desierto cuando el
viaje, con un guía medianamente decente, se habría podido saldar en cuatro o
cinco semanas: en diez, a lo sumo. El hombre al que Jehová dejó a las puertas
de la Tierra Prometida, en justo castigo por su incompetencia, se convirtió en
el perpetrador de que mil quinientos millones de personas en el mundo tengan
prohibido comer anguilas guisadas, conejo a la cazadora, lacón con grelos, chocos en su tinta y un millar y medio de recetas más que forman parte de nuestro patrimonio gastronómico.
Y vosotros me diréis. Seguro. Pero hay más de tres mil millones que no
podrán comer un par de huevos en su vida por culpa del Fondo Monetario Internacional,
el Banco Mundial, Lehman Brothers, el pirata Morgan y toda la banda de
expoliadores que han hecho que en este mundo los ricos sean más ricos y los
pobres más pobres. Y, es cierto. Y para colmo, también Charlton Heston hizo del Cid en el cine.
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domingo, 8 de enero de 2012
El libro del café
A la virgen
María se le apareció el Arcángel San Gabriel para anunciarle que iba a ser
madre de Dios. A Mahoma se le
apareció el mismo arcángel unos siglos después para llevarle una tacita de café cuando estaba haciendo ayuno y
vigilia en el desierto. Según la leyenda ese fue el origen del café.
El café es la
infusión más consumida en España y seguramente en el mundo. Por eso las
cafeterías y los cafés dominan sobre los salones de té. Tomamos mucho café,
pero creo que sabemos muy poco de él.
Ese es un problema que se resuelve
en una tarde. Basta con tener a mano “El Libro del Café”, de Carlos Delgado.
Publicado por Alianza Editorial en 1997, es ya todo un clásico. Carlos Delgado,
nos cuenta el origen, la naturaleza, la historia y la manera en la que se
produce el café. Las distintas variedades existentes, sus cualidades y demás
características y todo lo que necesitamos saber sobre cómo preparar un buen
café, desde la selección y tostado a la elección de la cafetera.
Y por si toda
esa información fuese poca, completa el libro con un recetario. Primero de
cafés, luego de otras bebidas y combinados con café como ingrediente, recetas
de platos y por último postres.
El libro del café
Carlos
DelgadoAlianza Editorial,
Libro de bolsillo, 1827
298 páginas.
1ª Edición, Madrid 1997
jueves, 5 de enero de 2012
Isaac Díaz Pardo, el último ilustrado
Siempre me llamó extraordinariamente la atención su aspecto franciscano, casi menesteroso. ¡Qué gran contradicción con su mente brillante, lustrosa, elegante, con su sentido del humor cargado de ironía y retranca! Isaac Díaz Pardo debe su primer apellido al artista y galleguista Camilo Díaz Baliño, su padre. Y su nombre, a Isaac Fraga, el propietario de la empresa de cines y teatros en el que su padre era cartelista y ejercía de escenógrafo. Isaac era una mezcla de idealista, siempre suspirando por crear un gran periódico gallego, tarea en la que nunca llegó a encontrar el respaldo necesario para emprender tamaña aventura, y un hombre práctico, un emprendedor que fue capaz de recuperar de la memoria la vieja fábrica del marqués de Sargadelos y convertirla en la isnignia industrial de Galicia.
Sargadelos no solo es una porcelana de extraordinaria calidad sino también un ejemplo de vanguardia en el diseño. Su evolución es todo un catálogo de estilos en los que Díaz Pardo supo comprometer a artistas como Luis Seoane.
Se podría decir que la muerte de Isaac Díaz Pardo deja a Galicia huérfana de uno de sus más preclaros intelectuales, que la víspera de reyes de este año 2012 nos privó del último de nuestros ilustrados, cultivador de la cultura gallega en todos sus frentes. Pero por suerte no es así. No tendremos que recurrir a la memoria para recordar en adelante a este intelectual, poeta, escritor, editor, pintor, grabador, ceramista, empresario. Su legado, el artístico, el intelectual y el industrial, están ahí para ser testigos permanentes de un hombre que dedicó toda su vida a hacer de Galicia una nación mejor.
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