El sputnik fue el Xactobeo soviético. |
El 9 de febrero de 2012 estará circulando por la órbita del
primer anillo de Van Allen el primer satélite espacial cien por cien gallego.
El Xatcobeo, que así se llama el artefacto, es motivo de satisfacción para sus
diseñadores y fabricantes, alumnos y profesores de la Universidad de Vigo. Pero
es un ejemplo del claro deterioro que sufre la investigación científica y
tecnológica en España en general pero de
una manera particular en Galicia. Entre el primer libro impreso en el mundo, “El
misal de Constanza”, y el primer libro impreso en Galicia, “El misal Auriense”,
transcurrieron 44 años. Esto sucedió hace más de quinientos años, en una época
en la que los inventos y nuevos desarrollos pasaban inadvertidos para la
mayoría de los habitantes del planeta y mucho más para los gallegos que
estábamos entonces en un rincón perdido del mundo conocido, pues todavía andaba
Colón por el Caribe. En cambio, entre el Sputnik y el Xatcobeo han transcurrido
54 años. ¿Qué ha pasado en nuestro país para que cinco siglos después seamos
más tardones en incorporarnos a los avances tecnológicos?
La pregunta tiene cuatro respuestas, válidas cada una de
ellas por separado y contundentes si la sumamos:
Primera: tenemos tres universidades con setenta y cinco mil
alumnos (más o menos). En veinte años se ha triplicado el número de
universidades pero no se ha triplicado el presupuesto de investigación. Eso sí,
se ha quintuplicado el presupuesto en gestión, gobierno y cargos directivos. De
cada cien euros que mueven las universidades gallegas, hoy día se destina más a
la burocracia universitaria y en consecuencia, menos a generar innovación
tecnológica y científica, que es uno de los principales objetivos de dicha
institución.
Segunda: En los últimos veinte años ha habido una lluvia de
cientos de miles de millones de pesetas y de cientos de millones de euros
procedentes de fondos comunitarios. ¿Qué porcentaje de ese dinero se destinó a
investigación y desarrollo? Una miseria. El grueso se lo han llevado las obras
faraónicas.
Tercera: ¿Cuánto destina el gobierno gallego –el actual y
los anteriores, porque todos son igualmente culpables en este delito– a
investigación, desarrollo e innovación, eso que tan pomposamente se dice una y
otra vez de i+d+i? Pues lo cierto es que cada vez menos. A la hora de hacer
recortes presupuestarios, la primera víctima es la investigación.
Cuarto: ¿Y las empresas? En Galicia se ha reducido el
capítulo de gasto en innovación nada menos que un 35 por ciento en las empresas,
según los datos revelados por el Instituto Nacional de Estadística. Una vez
más, los empresarios han optado por la fórmula magistral de pan para hoy,
hambre para mañana.
La política científica gallega es una suerte de coito
interruptus, pues la Xunta invierte millones de euros en darle formación a sus jóvenes
desde la infancia hasta que acaban sus estudios universitarios, pero luego
arroja al mar todo ese dinero ya que una vez formados han de emigrar a países
como Alemania, Estados Unidos o Canadá.
Con el dinero que se ha despilfarrado en disparates como la
Ciudad de la Cultura, el puerto exterior
de A Coruña, un avecilla de cercanías entre Santiago y Ourense o el que
media docena de delincuentes –yo nunca les vi el guante blanco–invirtieron en
negocios ruinosos de amigotes o de socios o de yernos o de hijos o de
consuegros o simplemente desarrollando una política financiera basada en una
expansión sin sentido, todo para poder presumir ante su competidor –también
delincuente– de que “la mía es más grande, o tiene más sucursales”, el dinero de las cajas de ahorro gallegas… con ese
dinero, Galicia ya habría llegado a la Luna.
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