Acceso al viaducto desde a la estación de Redondela. ©F.J.Gil |
La compañía FCC ondea su bandera en el centro del viaducto
antiguo de Redondela, como señal de que ha iniciado las obras de restauración
de este monumento, catalogado como Bien de Interés Cultural en la última década
del siglo pasado. Conocido también como Viaducto Madrid o Viaducto Pedro
Floriani, llevaba décadas deteriorándose como consecuencia de la falta de uso y
conservación. Numerosos colectivos se habían sumado a la larga reivindicación
iniciada por los vecinos de Redondela para que esta obra de ingeniería, la
primera de gran envergadura que se acometió en el ámbito ferroviario gallego,
fuese preservada de manera real, mediante una actuación encaminada a darle un
uso que permita garantizar su supervivencia.
Hasta donde sabemos, existe una consignación presupuestaria
por importe de 6 millones de euros, repartidos en varias anualidades,
destinados al referido viaducto. Una parte importante de ese presupuesto, 3,8
millones están destinados a la restauración física: inspección del estado de
cada uno de sus elementos, reposición de aquellos cuyo deterioro no permita su
recuperación y restauración de los que sean salvables. Con esta fase, el
viaducto volverá a su aspecto original, el que mantuvo mientras estuvo en
activo. La otra parte del presupuesto será dedicada al acondicionamiento del
viaducto y sus entornos para el nuevo uso al que estará destinado: un
paseo-mirador del cielo redondelano. Entonces será, como siempre defendió mi
amigo y compañero José Ángel Xesteira en su libro A memoria de Redondela, “una torre Eiffel tumbada”, un atractivo
turístico como lo es el otro gran mecano de París.
Este viaducto, que está a punto de cumplir 137 años, entró
en servicio en junio de 1876, mes en el que circuló por él la primera locomotora.
Luego vendrían las pruebas de carga y el paso de numerosos trenes de material
con el que se siguió la construcción del trazado ferroviario hasta Ourense, que
se inauguraría por tramos, entre 1878, cuando ya es posible viajar hasta
Guillarei y al baldenario de Caldelas de Tui, y junio de 1881, fecha en la que
se consigue, finalmente, que los trenes comiencen a circular entre Vigo y
Ourense. El último tren circuló por el viaducto en 1971, año en el que se
inauguró la variante actual, que recorre el valle del río Maceiras por su
extremo occidental en vez de por el oriental, como lo hacía en origen.
Este es el punto de encuentro del viejo y "nuevo" trazado, cerca del túnel de Os Valos. ©F.J.Gil |
Antes de comenzar las obras se procedió al desbroce de las
cabeceras de acceso al viaducto. En la zona más cercana a la estación de
Redondela, todavía es posible identificar dos elementos que formaban parte del
paisaje ferroviario de ese entorno: el gran depósito de agua con el que se
suministraba a las locomotoras de vapor y un pequeño edificio donde se mantenía
en reserva la pequeña locomotora de vapor que servía de refuerzo a las
composiciones más pesadas que necesitaban apoyo para poder traspasar el tramo
de vía en el que se encuentra el viaducto, cuya pendiente es de 20 milésimas. En el otro extremo, la vía va casi paralela a
la carretera N550. En el primer tramo, por encima de ésta, hasta que la cruza
en las inmediaciones del actual tanatorio, pasando luego al lado derecho, si
vamos en dirección a Os Valos. Una pequeña pista que mantiene muy poca
pendiente y es atravesada en algunos puntos por puentes de piedra y que llega
hasta donde se encuentra el mesón “O Labrego” es el trazado de aquella vía,
tendida en la década de 1870, y que confluye al final con la vía actualmente en
servicio, pocos metros antes de alcanzar la boca del túnel de Os Valos.
El gran viaducto es el techo del "skyline" de Redondela. ©F.J.Gil |
42 años después de su
cierre, el viaducto grande de Redondela vuelve a la vida. Una buena, buenísima
noticia.