Entrada al túnel de Folgoso desde Ourense. |
Desde hace casi dos meses permanece cerrado a la circulación
uno de los dos túneles de Folgoso, en la A-52. Para quienes nos movemos con
cierta frecuencia entre Vigo y sus alrededores y Ourense, este cierre supone un
engorro que se traduce en añadirle entre quince y treinta minutos más al viaje,
porque supone volver a la carretera nacional 120 para cruzar el alto de
Fontefría y la villa de A Cañiza. Fomento justifica este cierre en ciertas
obras de adaptación a las nuevas normas de seguridad en túneles, una
circunstancia que ya padecimos con anterioridad cuando las llevaron a cabo en
el túnel que ya está actualizado.
Supongo que como a la mayoría de los automovilistas me
llaman la atención dos cosas que solo podemos atribuir a la preclara
inteligencia de los técnicos y autoridades de Fomento. La primera, que pese a
que el túnel que está en obras es el que cierra la circulación en el sentido
Ourense-Vigo, Fomento echa al monte a los automovilistas que van de Vigo a
Ourense. Los mismos a los que nos fastidiaron cuando la remodelación del
primero, hace ya unos cuantos años. Pensaréis, “qué más da, si el viaje es de
ida y vuelta”. Cierto. Pero por la mañana cuesta más llegar al alto de
Fontefría, con todos los camiones subiendo, que de regreso, cuando vuelves más
relajado. ¿Será que alguna mano invisible ha influido para que las cosas sean
así? Yo no le encuentro explicación. Es la parte
anecdótica. Pero hay otra cuestión que sí resulta extremadamente molesta: que
se pongan a hacer obras en la carretera nacional 120, justo en el tramo que se
convierte en la alternativa al túnel cerrado y, justamente cuando tiene que
soportar el paso adicional de los más de 30.000 vehículos que han sido
desviados de la autovía.
Todo el mundo sabe que el cierre por obras en el túnel fue
una acción programada. Algo previsto. Hay que sacar a concurso la obra,
adjudicarla, etcétera. Todo tiene unos plazos previstos, bastante dilatados en
el tiempo, que habrían bastado para que en ese ínterin el Ministerio de Fomento
hubiese enviado a un propio a circular por esa carretera, que también es de su
competencia, y evaluase las reparaciones que habrían de ser necesarias antes de
convertirla en paso obligado para miles de camiones y decenas de miles de
automóviles cada día.
Confieso, aunque por la boca pequeña, que me gusta volver a
subir el alto de Fontefría. Me recuerda los tiempos en los que no teníamos
autovía y llegar a Ourense, o a Madrid, era un viaje en el que había que poner
los cinco sentidos. Conducir no era un acto casi rutinario, como ahora, que
puedes poner el coche en velocidad crucero a devorar kilómetros.
Pero una cosa es volver a practicar la conducción clásica, a
la gallega, y otra muy distinta, sortear baches y operarios de la contrata de
Fomento que se pasean por la carretera con la camioneta del “pichi” y se
dedican a rellenar con chapapote los agujeros más notorios de la calzada,
mientras los coches camuflados de la Guardia Civil de Tráfico se apostan en los
tramos donde está prohibido circular a más de 60 kilómetros por hora para
recaudar (será para pagar el chapapote).
El ministerio de Fomento,
está ocupado en la Alta Velocidad Española. Las neuronas de las mentes de sus
directivos y políticos no dan para más. Son inasequibles al sentido común y por
esa razón, el chapapote se reparte a discreción en medio de un constante fluir
de miles de coches y camiones, algunos de ellos de gran tamaño. Si caen de
manera tan estrepitosa en esta absurda falta, ¿qué rigor se puede esperar de
ellos en las grandes decisiones?
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