lunes, 24 de septiembre de 2012

Faltan los faraones

Suelo empezar cualquier cosa que escribo, un artículo, una entrevista, un reportaje, poniendo el título. Bueno, no todo. En los cuentos, nunca empiezo sin saber primero cuál va a ser el final. Todavía no sé cuál va a ser el título de esto que os escribo, pero ya sé el final. En cambio no es un cuento. Es el relato de mi visita, la semana pasda, a la ciudad de la cultura en el monte Gaiás de Santiago. En los últimos meses fui a Santiago en bastantes ocasiones y aquella silueta faraónica que asoma por las colinas del Este me tentó muchas veces, pero nunca llegué a encontrar el camino para llegar hasta allí. Imagino que el Concello de Santiago y la Xunta sienten una especie de culpa vergonzante por ese despilfarro bananero y han limitado a muy escasos indicadores la sinaléctica que marca el rumbo a ese presunto espacio cultural.
Pero curiosamente, cuando iba a visitar la colegiata del Sar me encontré con un indicador que decía “Ciudad de la Cultura” y decidí por fin ir a conocer de cuerpo presente el susodicho lugar.
Los turistas visitan el Gaiás mientras siguen las obras, con el riesgo que ello entraña. ©F.J.Gil
La estampa a lo lejos me sobrecogió, más por su espectacularidad que por su belleza. A medida que me iba acercando, el espectáculo empezó a resultarme más vergonzoso.

La presencia de elementos sin rematar se encuentran en los lugares de tránsito de los visitantes. ©F.J.Gil
Un lugar vacío, inconcluso, con forjados sin hormigonar, con zanjas abiertas para hacer alguna cosa que se ha interrumpido, con vallas metálicas de obra de tres al cuarto separando la zona por la que pasean los turistas de un almacén de escombros, un lugar donde cuatro obreros cortan piedra y un espacio en el que se acumulan unos palés de material de construcción. Si se buscaba dar un sentido estético al conjunto, lo cierto es que le faltan todavía muchos hervores para conseguirlo. ¿Por qué tanta prisa por inaugurar algo que no está terminado y que además no es necesario? Si una de las cualidades de Santiago era su condición de ciudad consolidada desde hace siglos gracias a la mitra y a la universidad, el Gaiás le ha estampado un baño de arrabal poligonero de ciudad de uno de esos países del tercer mundo en el que un sátrapa decide cumplir sus sueños megalómanos y le encarga a un arquitecto lunático una obra de arquitectura espectacular, pero luego deja todos los escombros de la obra sin recoger ciscados por su alrededor. Y si os acercáis a los aseos podréis comprobar que pese a los 450 millones de euros de presupuesto, cualquier gasolinera de área de servicio los tiene mejores.


Un almacén de materiales de construcción permanece a la vista de todos. ©F.J.Gil
 
No puedo decir que la excursión me hubiese decepcionado, porque no esperaba nada bueno de un despilfarro perpetrado de manera tan absurda y que ha condenado a Galicia a no tener dinero para invertir en cultura durante años. Lo único que eché de menos fue la tumba de Fraga. Gaiás parece más un mausoleo que una ciudad de la cultura y sin lugar a dudas, sería el lugar más adecuado para enterrar a su promotor. Y ya de paso, ahora que quieren echarlo del Valle de los Caídos, llevar para allí a Franco. Ya están las pirámides, solo falta enterrar en ellas a los faraones.
Las obras continuan en el subsuelo. ¿Será ésta la entrada a las cámaras mortuorias de las pirámides? ©F.J.Gil
 

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