El ministerio de Fomento, que dirige una gallega llamada Ana
Pastor está a punto de dejar sin tren de cercanías diez estaciones de la red
ferroviaria gallega de la provincia de Ourense. El argumento: racionalización
del servicio público. Se considera racionalización del servicio público
ferroviario, cerrar aquellas líneas o servicios que tienen un índice de
ocupación inferior al 15%. Ana Pastor nos perdona la vida permitiendo que los
trenes entre Vigo y Ourense y Vigo-Ourense-Ponferrada sigan funcionando pese a
que su índice de ocupación es del 11,7 y 12,9 por ciento, respectivamente.
Muchas gracias, por nada, señora ministra. Porque el milagro no es que nos deje
esos trenes graciosamente. El milagro es que esos trenes tengan un índice de
ocupación tan alto en relación a la calidad y precio del servicio que prestan.
El tren ha pasado de ser el transporte más social, por ecológico, económico y
llegar a donde no había otros medios a un lujo inaccesible para quienes lo
necesitan. Mientras mi generación viajaba en tren porque era el medio más
barato –el anuncio de “vuelve a casa por
Navidad”, dejando el tren en la estación de Arcade era todo un tópico–, los
estudiantes universitarios de ahora, prefieren el avión o el autobús.
Paradójicamente, ambos son más rápidos y más baratos que el tren, pese a los
miles de millones gastados en los últimos años. O tal vez sea precisamente por
eso: por los miles de millones mal gastados.
Según los datos que maneja Ana Pastor y que salieron
publicados el pasado 29 de diciembre, el erario público pagó 371 euros por cada
uno de los 9.000 viajeros que utilizaron el tren Ourense-Puebla en el último
año. Y mi pregunta es: ¿en qué se gastó Adif y Renfe esos 371 euros por
viajero? A mí no me salen las cuentas. Yo esperaba que como la ministra, al
igual que yo, es gallega, manifestase su naturaleza desconfiada, cogiendo,
como hice yo, papel y lápiz y se pusiese a calcular.
Estas son mis cuentas:
Entre Ourense y Puebla de Sanabria circula un tren de ida y
otro de vuelta cada día. En realidad es el mismo tren, así que solo hay que
pagar a un maquinista y a un interventor. Sin embargo, como ese maquinista y
ese interventor tendrán días de descanso, vacaciones y alguna baja por
enfermedad, echemos cuentas que mantener este tren cueste a Renfe el salario y
la seguridad social de 1,5 maquinistas y 1,5 interventores. Imaginemos que es
un maquinista veterano, con mucha antigüedad y la máxima categoría profesional.
Esto supondría 100.000 euros para el maquinista y medio incluyendo los gastos
de Seguridad Social que le corresponden a la empresa. Imaginemos una cifra
similar para el interventor. Es decir, que en la línea-Ourense Puebla de
Sanabria han puesto al frente del tren de media distancia a las dos estrellas
mejor pagadas de Renfe Operadora. Estos 200.000 euros anuales suponen un coste
por viajero de 22,22 euros.
Está la cuestión del consumo del tren. La unidad es un
automotor de la serie 596, conocida en el argot ferroviario como Tamagochi. Es
un producto reciclado, de los antiguos automotores 593, fabricados entre 1982 y
1984 que habían sustituido a los ferrobuses en las líneas no electrificadas.
Aquellos automotores de tres coches, dos de ellos motores, no dieron muy buen
resultado y fueron “picados para albóndigas” en la segunda mitad de la década
de 1990, creando de cada composición dos tamagochis que son, en esencia los coches
motores de aquella unidad, transformados y mejorados en algunos aspectos.
Tienen 56 plazas sentadas, con lo que podemos decir que en esencia es como un
autobús pero sobre raíles. Imaginemos que estas unidades sean tan poco
eficientes desde el punto de vista energético que consuman un litro de gasoil
por kilómetro, que es el consumo de los rápidos automotores de tres coches que
viajan a 160 kilómetros por hora por el corredor atlántico. Esto supondría un
gasto de 135,5 litros en cada viaje entre Ourense y Puebla de Sanabria, pues
esa es la distancia en kilómetros que existe entre ambas estaciones.
Imaginemos, además, que Renfe es incapaz de gestionar un precio de gasoil mejor
que el que tenemos nosotros en las gasolineras y para hacerlo todavía más grave,
que a lo largo de los últimos 12 meses el precio medio del gasoil que compró
Renfe le costó 1,40 euros por litro. Así que cada viaje tiene un gasto de
combustible de 189,7 euros. Como son dos, la cosa sube a 379,4 euros diarios.
Por 365 días supone un total de 138.481 euros.
Así que ya llevamos 338.481 euros gastados en 2012. Está la
cuestión del mantenimiento, que no debe ser muy bueno cuando en el último año,
este tren tuvo seis averías. Pero hagamos la estimación de que el gasto en el
mantenimiento es otro tanto al consumo en gasoil, y ya tenemos 476.962 euros.
Renfe, naturalmente, querrá amortizar la inversión de los
tamagochis. Como la vida media de un tren es de 40 años, supongamos que
incluidas las reformas que sean necesarias, se aplica una amortización media de
30.000 euros anuales. Ya hemos superado el medio millón: 506.962. Renfe no es
una ONG y querrá ganar dinero. Tal como están los tiempos, suponer un beneficio
industrial del 10 por ciento no es moco de pavo. Así que añadamos 50.700 euros
y tenemos 557.562 euros. Voy a redondear a 600.000 euros por si se me quedó
algún gasto fuera. Desinfección, limpieza etcétera ya estaba incluido en el
mantenimiento. Pero Renfe tendrá que pagar seguros y habrá imponderables.
La nieve dificulta las comunicaciones en esta zona de la provincia de Ourense con lo que el tren se convierte en el único medio seguro de transporte. A veces es el único medio existente. ©F.J.Gil |
Como el tren viaja por una vía que no es de Renfe, sino del
ministerio de Ana Pastor, y su gestión está encomendada al Administrador de
Infraestructuras Ferroviarias, también conocido como Adif, y aunque no es una
autopista el tren tiene que pagar “peaje” por usarla, ahora tendremos que añadir
el canon de vía, canon de circulación y demás tasas que Adif cobra a Renfe por
usar sus vías y sus estaciones. En el caso que nos ocupa, la cifra está,
redondeando por lo alto, alrededor de los 400 euros diarios. Multiplicamos por
365 y nos da 146.000 euros.
La suma total del gasto de un tamagochi que tarda 2 horas y
10 minutos entre Ourense y Puebla de Sanabria y 2 horas y 2 minutos en sentido
inverso es de 746.000 euros anuales. Si lo dividimos entre los 9.000 viajeros
nos da un coste de 82,89 euros por viajero. Es caro, cierto. Pero dista mucho
de los 371 euros que nos dicen los datos que maneja Ana Pastor.
Miguel Rodríguez Bugarín, director xeral de Mobilidade de la
Xunta, uno de los hombres que más sabe de trenes y del ferrocarril de toda
España, dice que la Administración está pagando 1,3 millones de euros por ese
servicio deficitario, lo que representa 144,4 euros por viajero.
Conclusión. Alguien está timando a la Administración. La
ministra de Fomento dice que cada viajero cuesta 371 euros. Bugarín, más
apegado a la realidad señala la cifra en 144. Y es probable que las cuentas que
le haga Renfe a la Xunta sean las de Bugarín. Lógicamente, tiene que sumar
otros gastos que yo no había contemplado: los de los directivos de la compañía
o los de los despilfarros del talgo híbrido que también pasa por esa vía para
hacer el viaje entre Vigo-Pontevedra/A Coruña-Santiago y Madrid... en fin,
Renfe le cargará al pobre tamagochi de Ourense a Puebla la parte alícuota de
los muertos de su mala gestión.
Hay otra cuestión que no han abordado ni Pastor ni Bugarín:
la mala estrategia comercial de Renfe. La línea de Ourense a Puebla de Sanabria
es una de las más bellas de la red ferroviaria española y cuenta con
infraestructuras en las estaciones para convertirla en un atractivo turístico.
¿Por qué no se aprovecha? Por otro lado, está la cuestión de los horarios, que
son erráticos ya que cambian de un día a otro.
La provincia de Ourense es una de las más castigadas por los gobiernos. La razón es bien sencilla: da muy pocos votos. Se necesitan cientos de kilómetros cuadrados de territorio para tener el mismo electorado que en algunas comunidades de vecinos de ciudades como Vigo o A Coruña. El drama de Galicia es que mientras que en el mundo rural hay posibilidades de crecimiento económico y de riqueza y empleo, todos los recursos se los llevan las grandes concentraciones urbanas, a veces hasta el despilfarro más insultante.
La provincia de Ourense es una de las más castigadas por los gobiernos. La razón es bien sencilla: da muy pocos votos. Se necesitan cientos de kilómetros cuadrados de territorio para tener el mismo electorado que en algunas comunidades de vecinos de ciudades como Vigo o A Coruña. El drama de Galicia es que mientras que en el mundo rural hay posibilidades de crecimiento económico y de riqueza y empleo, todos los recursos se los llevan las grandes concentraciones urbanas, a veces hasta el despilfarro más insultante.
Así pues, cuando los
alcaldes de los diez ayuntamientos afectados por esa disparatada idea del
cierre del servicio y el presidente de
la diputación presionen a Santiago y a Madrid, no está de más que les recuerden
que para que el irracional gasto público del tren de Ourense a Puebla llegue a
la irracionalidad en el gasto del servicio público del Puerto Exterior de A
Coruña o la Ciudad de la Cultura de Santiago, los 9.000 viajeros que lo
utilizan cada año tendrían que vivir 450 años.
En los últimos años se habla de racionalización de servicios pero se olvida del calificativo. Servicios públicos. Hay servicios públicos cuya existencia no se basa en la rentabilidad económica sino en otras cuestiones, como la social o la de vertebrar un territorio. Aquí es donde la ministra del ramo de Fomento se olvida de su condición y de su apellido. Para los vecinos de los municipios de Laza, Castrelo de Val, Vilar de Barrio, Baños de Molgas, etcétera, tendría que ser su Pastor, como en el salmo 23 y no el matarife que se carga las ovejas.
En los últimos años se habla de racionalización de servicios pero se olvida del calificativo. Servicios públicos. Hay servicios públicos cuya existencia no se basa en la rentabilidad económica sino en otras cuestiones, como la social o la de vertebrar un territorio. Aquí es donde la ministra del ramo de Fomento se olvida de su condición y de su apellido. Para los vecinos de los municipios de Laza, Castrelo de Val, Vilar de Barrio, Baños de Molgas, etcétera, tendría que ser su Pastor, como en el salmo 23 y no el matarife que se carga las ovejas.
¡Chapeau!. Yo soy de la opinión de que hay intención de cargarse el servicio que hasta ahora habían prestado los ferrocarriles. Hace un par de años, cuando trabajaba en Santiago y tenía que ir y venir todos los días, me planteé, iluso de mí, el utilizar el tren, con todas las ventajas que tiene (aunque para mí, la ventaja principal era la de poder dormir o leer en el trayecto).
ResponderEliminarA la hora de comprobar si salía a cuenta me puse un objetivo: que no fuese más caro que realizar el trayecto en coche. A parte de la evidente fakta de horarios, cada trayecto me salía, aproximadamente, en 8€, que es lo que costaba, por aquel entonces, el peaje de la autopista (ida y vuelta). La gasolina probablemente me supusiese más de 8 € (ida y vuelta), pero no mucho más. ¿Cómo puede ser que un transporte público (y por tanto subvencionado)resulte tan caro como utilizar el coche particular, teniendo en cuenta la lógica falta de flexibilidad que supone? ¿Cómo pretenden que el tren sea competitivo? Si la idea es eliminar las líneas con una ocupación menor al 15%, que preparen los garajes de trenes, porque, en estas condiciones, los van a llenar bien pronto
Tienes toda la razón, Jandro. EL precio del tren es un disparate supino. Hace veinte años se vendía el tren como el medio de transporte más sostenible tanto ecológica como económica y socialmente. Pero las inversiones mil millonarias (de euros) de los últimos años en la alta velocidad y en nuevos trenes y locomotoras han disparado los costes de explotación de manera que ahora se da la triste circunstancia de que es más barato ir una persona en coche, al precio del combustible de hoy día, que en tren. Y desde luego, mucho más barato en autobús. No compite ni en horarios, ni en precios ni en tiempos ni con el coche particular, ni con el autobús, ni con el avión. Y para colmo, cada vez que compran un tren nuevo te suben el precio (lo hicieron a sustituir la patera de las siete de la mañana a Ourense por las unidades 449, en los trenes que sustituyeron a los camellos en el corredor atlántico, y cuando cambiaron el shanghai por el tren hotel). No me imagino qué habría sucedido si Iberia o Mombús o Vitrasa o Autos González, le pusiesen un precio más caro al avión o autobús que es nuevo.
EliminarEso sí. Los otros los venden a precio de ganga a Portugal o a Argentina o a otros países. Acabarán con el tren, sí. Salvo que acabemos nosotros con ellos antes.
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ResponderEliminarYo, sinceramente, no entiendo cómo un servicio subvencionado puede ser más caro para el usuario que uno que no lo es, sin ofrecer además ventaja alguna (salvo la experiencia de viajar en tren, que, aunque no es poco, no es cuantificable económicamente). Además, tampoco entiendo ese énfasis por pretender que lo público deba ser rentable.
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