Tren conmemorativo del 125 aniversario del ferrocarril A Coruña-Lugo (©F.J.
Gil). |
Monforte ya se configuraba, por entonces, como el principal nudo ferroviario donde habrían de confluir las líneas de A Coruña y de Vigo a Palencia, ambas concebidas como ramales de un trazado troncal que unía Madrid y Valladolid con el País Vasco hasta la frontera francesa. Este itinerario principal pertenecía a la Compañía del Norte y los ramales gallegos, sería adjudicada a los ferrocarriles del Noroeste. Desde A Coruña, Juan Martínez Picavia y desde Vigo Melitón Martínez por encargo de las autoridades provinciales presentan los primeros proyectos en la segunda mitad de los años cincuenta. En el caso vigués, ya entonces, se optaba por una línea a Zamora y no a Palencia como se pretendía desde las instancias públicas y también desde A Coruña. Finalmente, en 1858 el Gobierno otorga la concesión del ferrocarril a Galicia desde Palencia, con dos ramales, uno que llegue al puerto de Vigo y otro al de A Coruña, a la citada compañía del Noroeste. En la década siguiente comienzan las obras, por la zona castellana y los dos extremos gallegos. Pero ni en A Coruña ni en Vigo el ferrocarril llegará al puerto, una singular paradoja que contribuirá, en primer lugar a demorar el desarrollo económico de ambas ciudades y en segundo, a encarecer el transporte combinado mar-tierra.
Las razones son de carácter económico, puesto que así se abaratarían costes de expropiación y de construcción del mismo trazado. Desde Vigo, las críticas serán feroces, tanto en los periódicos de la época como a través de proclamas e interpelaciones parlamentarias, como las llevadas por Elduayen y Eduardo Chao. La coincidencia haría que tanto en A Coruña como en Vigo, la estación quedase más de cuarenta metros sobre el nivel del mar y a unos dos kilómetros de distancia del puerto. La construcción de los ramales de enlace sería una solución provisional e ineficaz que acabaría forzando a la construcción de una segunda estación tanto en la ciudad herculina como en la olívica, para atender exclusivamente los tráficos portuarios.
Si el comienzo de la historia del tren en A
Coruña y Vigo discurre por derroteros paralelos, pronto sufrirá un
distanciamiento, augurio de los muchos desastres que vivirán ambas líneas,
cuando en 1864, la compañía del Noroeste cede sus derechos de la construcción y
explotación del ramal Vigo-Ourense a la Compañía de los Ferrocarriles de Medina
del Campo a Zamora (MZ), más adelante denominada, de Medina del Campo a Zamora
y de Orense a Vigo (MZOV). Mientras la West Galician Company explota ya la
línea Santiago-Carril y Noroeste dispone ya de enlace entre A Coruña y Lugo, en
Vigo todavía se está construyendo los primeros kilómetros entre Vigo y
Redondela. El 30 de junio de 1876, una locomotora pasa por primera vez por el
viaducto de Redondela y al verano siguiente, el rey Alfonso XII inaugurará
oficialmente el ferrocarril de Vigo a Redondela, hospedándose después en el
castillo de Soutomaior, propiedad del marqués de la Vega de Armijo, uno de los
principales paladines de la lucha por el ferrocarril en Galicia.
Dificultades económicas
La inestabilidad económica de la época, unida
a la política, van parejas a las dificultades para obtener fondos con los que
hacer frente a las costosas obras de infraestructura que requieren los trazados
ferroviarios gallegos. El adjudicatario subcontrata a terceros buena parte de
los tramos más difíciles y éstos en general, contratistas locales, terminan
sucumbiendo bajo la presión de las deudas ya que su trabajo no era puntualmente
remunerado por la compañía, cuyas deudas se tragaban las subvenciones del
Estado para la construcción de la vía. Las quiebras serán la tónica general. En
1870, cinco años antes de inaugurar Noroeste su primer tramo gallego, ya había
dejado de pagar los intereses de sus obligaciones, e incluso la amortización de
las obligaciones. Su empeño en extender al máximo la línea para conectarla con
el tronco de Norte y hacerla de ese modo más atractiva al transpore de
mercancías y viajeros fue calificada por los expertos como una huida hacia delante.
Noroeste quiebra en 1878 tras haber intentado, en vano su fusión con MZOV.
Finalmente, en la década de los ochenta,
Galicia llega a conseguir su conexión con el resto de la península. Primero, la
línea de A Coruña, en 1883. Después, la de Vigo-Ourense, inaugurada en 1881 y
que en 1885 llega a Monforte por un sinuoso y difícil trazado que bordea el Miño y el Sil con una sucesión de túneles, muchos de ellos excavados en roca
viva. Madrid está a “tiro de piedra” de Vigo, a partir de entonces, si lo
comparamos con las alternativas existentes hasta ese momento. El tren
que entonces sale de Vigo a las cinco de la tarde llega a la
estación del Príncipe Pío, propiedad de los Ferrocarriles del Norte, a las diez
de la noche del día siguiente. 29 horas sin necesidad de transbordos, ni los
riesgos del viaje en diligencia o a caballo, que eran, con la alternativa de
cruzar el Miño en barca y tomar el ferrocarril portugués hasta Lisboa (Vigo
tuvo mucho antes más cerca Lisboa que Madrid tanto por carretera como por
ferrocarril), y desde allí emprender una aventura ferroviaria de transbordos y
esperas hasta llegar a la capital de España. Los trenes en la primera etapa del
ferrocarril gallego eran lentos y estaban más a merced de las inclemencias
climáticas que en la actualidad. Hasta entrado el siglo XX no habría coches
cama –las literas llegarían con la década de 1960–. Las
comidas, cenas, desayunos, tendría que hacerlas el viajero por su cuenta, bien
llevando consigo las viandas, bien en las estaciones donde existía “parada y
fonda”. Alrededor del ferrocarril nacen todo un conjunto de servicios de
avituallamiento en el que cada lugar por el que pasa trata de explotar sus
especialidades gastronómicas. A partir de 1904, el expreso a Madrid desde Vigo
contará con un coche cama de la Compañía Internacional de Coches Camas y de los
Grandes Expresos Europeos, el primer grupo multinacional ferroviario que había
fundado en Bruselas Georges Nagelmakers.
¿Por qué se producen estas dificultades
económicas en Galicia? La situación es similar al resto de España, pero aquí se
acentúa porque sea cual fuere el trazado que se proyecte, su rentabilidad no
queda garantizada si no es en largas distancias y con grandes esfuerzos inversores
para salvar la accidentalidad del terreno. El ferrocarril fue el gran impulsor
de la revolución industrial en Alemania, en Inglaterra y en general, en los
países de la Europa central donde los intereses industriales se concentraban en
puntos de origen y de destino. Allí se desarrolló con celeridad, además, por un
valor añadido. Prácticamente todo el material que demanda la construcción
ferroviaria procede de Gran Bretaña, Bélgica, Alemania y Francia. Desde la
tecnología de propulsión y material rodante hasta el acero y la madera con que
se elaboran los carriles y las traviesas. Incluso la estructura financiera
vendrá diseñada desde el exterior, con
firmas como las de los banqueros Rothschild, Péreire, la Sociedad
General para el Fomento de la Industria de Bélgica, o la Sociedad General del
Crédito Mobiliario Francés. Así, mientras en otras zonas de Europa, la
construcción ferroviaria genera la riqueza suficiente como para dinamizar la
actividad económica en general en España, y más concretamente en
Galicia, los beneficios de esa actividad industrial se producirán a muchos
cientos de kilómetros de distancia que es donde están las fuentes de carbón, de
acero, las industrias siderúrgicas e incluso los talleres de construcción de
coches, vagones y locomotoras. Belgas, franceses e ingleses serán los
promotores del ferrocarril gallego y sus principales beneficiarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario